Satanás es hostil a Dios y a todo lo que es de Dios. Su odio contra el hombre, que es la obra maestra de la creación divina, es testimoniado por Jesús mismo cuando lo llama «homicida desde el principio» (Jn 8,44). Sin embargo, su astucia para encubrir sus malas intenciones es tan grande que algunos lo consideran un benefactor de la humanidad.
Bajo este manto se manifiesta en el momento de la tentación.
Cuando satanás se acerca, siempre tiene algo que ofrecerte.
Él es el mayor vendedor de mercancía falsa que existe.
Estudia tu hambre, luego te presenta la comida más tentadora.
Quieres riquezas? te ofrece dinero fácil.
Quieres el poder? aquí te muestro los reinos del mundo a tu alcance.
Quieres el éxito? Eso es lo que te dice el atajo seguro.
Él conoce el hambre de felicidad que atormenta al hombre y es bien capaz de mostrarse como el único que puede satisfacerla.
Es impresionante cómo la serpiente astuta puede engañar incluso a personas inteligentes y folladas con una facilidad que deja atónitos.
Me permito narrar a este respecto un hecho que no creería si no lo hubiera vivido personalmente. Había conocido después de muchos años a una muchacha que había asistido al oratorio hasta el umbral de la universidad, pero luego se había alejado por motivos de estudio y profesionales.
Me dijo que en todos esos años había perdido la fe y se había convertido en atea.
He querido profundizar el discurso de la fe con ella, hasta que me confió que estaba tentada de vender su alma a satanás para triunfar en la carrera.
Entendiendo en aquel momento el sutil trabajo que el hábil falsificador había realizado con respecto a aquella alma.
Después de haberle robado a Dios y la oración, le había propuesto su carrera como un espejismo que debía alcanzar a toda costa. Una vez que ese deseo había conquistado el alma matando todos los demás valores, ya se había presentado como el único que podía ayudarla a conseguirlo.
He tenido que constatar con amarga maravilla que mientras algunos teólogos cuestionaban la existencia de satanás, él en las sombras compraba las almas de los llamados ateos.
En Adán satanás se presenta como aquel que revela al hombre el secreto para llegar a ser como Dios. A Cristo como aquel que ofrece la solución del problema de vivir y que puede dar al hombre una gloria y un poder ilimitados.
Si lo piensas bien, el tentador nunca te ofrece la cruz.
El camino que te indica siempre es el más fácil y ancho. Él no deja de silbar en tu oído que los mandamientos de Dios están superados y te convence de que debes disfrutar hasta el fondo de esta única vida, saboreando cada instante que se te concede.
Satanás, el eternamente infeliz, no se detiene en presentarse a los hombres como dispensador de felicidad.
Ellos muerden como peces en un anzuelo.
Pero una vez que, cometiendo pecado, han entrado bajo su dominio, se dan cuenta del terrible engaño. Se engañaron a sí mismos para ser felices: ahora gemen bajo el yugo opresivo de la desesperación y no será fácil deshacerse de ellos.
Jesús también ofrece la felicidad, pero no como una mercancía a bajo precio. El maligno juega bien en convencer a los necios de que el camino de Dios es para los intolerantes. Él te insinúa que quien sigue a Jesús no disfruta la vida. Pero siempre puedes preguntarle a un seguidor de Dios si se arrepiente de haberlo hecho. Pregunta luego a quien ha creído en las promesas del tentador si está realmente contento con su vida. Satanás quiere comprarte con dos monedas, Jesús al contrario para comprar tu alma ha derramado su sangre.
(Padre Livio Fanzaga)
Fuente: Il Falsario (El falsificador)